La libertad tiene la culpa

por Ignacio Moncada


Muchos seguimos la situación económica con el entusiasmo intranquilo de quien se sabe viviendo hechos que luego rellenarán libros de historia. Estas últimas semanas han sido realmente interesantes a la hora de poner a prueba las ideas de los políticos, y de la sociedad en general, al enfrentarles a una grave crisis económica.

Una de las consecuencias más sutiles y peligrosas es la mansa aceptación por parte de la gente de que la crisis financiera se ha producido por culpa de un exceso de libertad. La mayor parte de los medios no dudan en definir este problema como una «crisis del capitalismo», y en deducir que, como se ha producido al dejar actuar a los agentes económicos con libertad, hay que salir de ella con mayor intervención política, y por tanto, con menor libertad.

La trampa está en que realmente no vivimos en un sistema capitalista, en el que se garantiza plena libertad para firmar contratos o tomar las decisiones sin trabas políticas, sino en una economía completamente intervenida.

Un rápido vistazo nos debería convencer de que en esta crisis no hay un problema de exceso de libertad, sino todo lo contrario. Se ha producido una grave inflación provocada por el ascenso del precio del petróleo, controlado por la OPEP, y de los cereales, siendo el mercado agrícola uno de los más intervenidos del mundo, tanto con costosísimas subvenciones, como con restricciones de la oferta o con barreras arancelarias destinadas a elevar el precio de los productos. También se ha producido una burbuja inmobiliaria en numerosos lugares, como en España, que al pincharse ha arrasado a los bancos que habían prestado a mayor riesgo, provocando una gran contracción del crédito.

No puede decirse que la burbuja sea algo que el libre mercado haya provocado espontáneamente, cuando los tipos de interés, fijados por los bancos centrales —enormes organismos públicos nutridos de dinero público—, han estado artificialmente bajos durante años creando un exceso de deuda en las familias y empresas; o cuando las políticas urbanísticas otorgan un enorme poder a los políticos, encareciendo el suelo y dejando un amplio margen de corrupción. Por no hablar de esa suerte de competencia desleal que representan las VPO, cuyos precios se imputan sobre los de las viviendas normales.

Muchos dicen que el mercado financiero estaba completamente desregulado, pero escasos días antes de la caída de Lehman Brothers, el New York Times advertía que tras la retórica sobre el libre mercado de Bush, se esconde «un ineficaz aumento de legislación regulatoria, provocando importantes problemas de eficiencia en los mercados financieros». Y es que si leemos más allá de los titulares de los periódicos nos damos cuenta, por ejemplo, de que empresas como Fannie Mae y Freddie Mac, dos gigantescas hipotecarias altamente reguladas que fueron creadas por las autoridades, son de las más afectadas.

El plan de rescate que pretende aprobar el Congreso de Estados Unidos, y frente al que se posiciona el gobierno republicano presidido por George Bush, es una de las mayores intervenciones políticas de los últimos siglos. Son numerosas las voces que avisan de que si no se interviene, el ajuste puede ser demasiado brusco. Es cierto. Pero también es verdad que, aunque sea más duro a corto plazo, lanza el mensaje a las empresas de que si lo hacen mal serán salvadas. Que el riesgo sea gratuito es una irresponsabilidad que no sólo no solucionará el problema, sino que provocará mayores crisis a largo plazo.

El profesor Rodríguez Braun suele decir que el mejor amigo del hombre es el chivo expiatorio. En este caso la libertad se ha llevado la peor parte. Lo peor no es que las autoridades o las empresas reclamen ahora más intervención, pues es lógico ya que son ellas las beneficiadas, sino que la gente acepte de buen grado que le recorten la libertad de forma tan descarada.