Utilizan técnicas viejas, aunque eficaces. Saturación, bombardeo de mensajes absurdos, discursos contradictorios, personalidades desdobladas. Buscan la rendición preventiva, el cansancio, que los ciudadanos se recluyan en el ámbito privado, que renuncien al sagrado espacio público, donde las voces libres y esclavas se encuentran sí o sí y empiezan a imaginar un mundo distinto. Son parte de un mismo engranaje. Siempre se reconocen sus mentiras y traiciones bajo el disfraz de la opción del mal menor.
Mientras Vidal-Quadras, con su tragadera del congreso búlgaro a cuestas, se preguntaba cínicamente si el PP tiene cura o debe entregarse a la desesperación, Rajoy anunciaba su disposición a hablar con el BNG. Pocas horas antes, José María Aznar vaticinaba que el PSOE pagará su "tremenda deslealtad tras el 11-M", a lo que, poco después, una concejal popular de Palafrugell respondería con su voto a favor de la estelada. Luego, un tal Andrés Ayala, portavoz popular en la comisión de Fomento, nos aseguró que el PP ofrecería "lealtad institucional al Gobierno" en la investigación del accidente de Barajas. El juego del poli bueno y el poli malo lo conocemos. Matadnos, pero no nos aburráis con vuestro partido Frankenstein hecho a base de retales y carne de pescuezo.
Si el partido que fue capaz de poner en marcha la versión oficial del 11-M regresa a la Moncloa con las estructuras de poder actuales, toda posibilidad de regeneración de España estará perdida, quizá para siempre. Ya se sabe que contra Franco vivíamos mejor. Así que la única opción en estos momentos es la creación urgente de un partido político de concentración nacional que incluya a los mejores, en el sentido platónico del término. Un partido que, precisamente por eso, excluya a políticos profesionales y cuya aspiración sea convertirse, en el plazo máximo de dos legislaturas, en el árbitro de la política española. Un partido que, con sus apoyos puntuales al Gobierno, margine para siempre a los grupos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos de las grandes decisiones y que, al mismo tiempo, fiscalice al Ejecutivo constantemente. Un partido, en definitiva, dispuesto a desempolvar documentos que esconden la llave de nuestra libertad y a retomar el pulso de nuestra historia.
Se nos acaba el tiempo. Los mejores filósofos y pensadores deben dar ya un paso al frente y empezar a combatir a los oligarcas con la verdad y el conocimiento desde la arena, y no sólo desde las imprentas o los servidores de internet. La doctrina del mal menor es la que nos ha matado.
Publicado en Libertad Digital
18/9/08
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