18/9/08

Las ocas de Rajoy

La estrategia opositora del PP recuerda mucho al juego de la oca. Para Génova, el tablero es sólo un conjunto de casillas por el que se pasa a vista de pájaro, como con desprecio, porque lo importante son las ocas y, sobre todo, no caer en el pozo. Para los socialistas, es lo contrario: que el dado marque un número bajo, para recorrer así cada casilla, cada aldea y cada imaginario. Para Rajoy, dominado por el paradigma marxista-pedalista, las ocas representan los problemas económicos de la ciudadanía. Y de esta forma, de oca en oca, espera llegar a la Moncloa en 2012 sin despeinarse. La gente de Pepiño, en cambio, huye de las ocas. La victoria se gana casilla a casilla. Y si caen en el pozo de la recesión, todo un tablero de posibilidades revierte la desgracia, ya sea a modo de previsible garzonada, mediante comités de sabios proabortistas, eutanasias variopintas, destejiendo en el discurso los papeles para todos o con cualquier otra estratagema para posicionar a su adversario, quiera éste o no.

Los que todavía no renunciamos a la memoria histórica sabemos cuánta sangre, sudor y lágrimas costó a España librarse del régimen de González. No fue, desde luego, gracias al Partido Popular, que se limitó a repetir como una soraya aquello de "Váyase, señor González". Lo hizo la prensa medianamente independiente, a la que luego Aznar trató a patadas, con esa ingratitud estúpida y prepotente tan propia de la derecha española. Y, aún así, tuvimos que sufrir la dulce derrota y la posterior bajada de pantalones con el sacrificio del siempre predispuesto Vidal-Quadras. No fue la bancarrota española lo que sacó a González del poder, señor Rajoy. Asúmalo de una vez. En España, las izquierdas votan con las vísceras, no con el bolsillo, y siempre contra algo. Y hacen política desde el contradiscurso, no de una forma proactiva. Para pescar en esos caladeros, deberá usted olvidarse de la economía y, en cambio, mostrar todo un abanico de plumas identitarias, casilla a casilla, pero desde la coherencia, no desde el travestismo político o el carnaval de Trinidad y Tobago.

Para ganar unas elecciones (incluso para heredarlas) en el régimen que emergió de las cenizas del 11M, hay que recorrer el tablero de la oca unas cien veces, casilla a casilla. Y no basta sólo con eso. Los dados están trucados y las reglas se las reescriben a los populares como si fueran una alineación del Real Madrid en manos de Raúl. Cómo no recordar a Nietzsche cuando decía que el que abiertamente se propone grandes fines, y luego se da cuenta íntimamente de que es demasiado débil para ellos, no suele tener tampoco bastante energía para renunciar abiertamente, y entonces se convierte inevitablemente en hipócrita. Quizá sea tan sencillo como eso.

Hipocresía a la búlgara, desde luego, pero también a la valenciana, a la catalana y al pil-pil. Ciertamente, lo único que han hecho ustedes desde el fatídico día en que Aznar designó a dedazo a su sucesor ha sido la huida constante de sí mismos, de lo que una vez fueron o creímos que eran. Y es que ustedes, como el filósofo de Röcken, saben que nadie se muere hoy de verdades mortales, que hay demasiados contravenenos.


Publicado en Libertad Digital

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