por Joan Valls
Quizá Chaplin supiera de qué hablaba cuando decía que “el tiempo es el mejor autor porque siempre encuentra un final perfecto”, pero lo cierto es que ese final no se vislumbra; ni en España ni en ningún otro lugar del mundo. El fin de la historia terminó siendo un bonito título y el espíritu de los tiempos se murió con Goethe.
Hablemos de tiempos. Mezclados, en paralelo o como un calidoscopio. Nuestras sociedades se enfrentan, sobre todo a través de la inmigración masiva, a una división y reformulación del tiempo. Lo hemos sufrido en España con el nacionalismo cavernícola vasco, asustado por una modernidad que no comprende y de la que, no obstante, se beneficia. Lo vemos a diario con un Islam más dividido que nunca, reaccionario ante la globalización, con Omán y Dubai como ejemplos posibilistas, pero también con Siria, Libia o Sudán. Lo observamos, también, en nuestro sistema político, que no es más que una manifestación de lo que somos y de lo que no somos. Con partidos, o más bien frentes, anclados en el primer tercio del siglo XX. Discursos y reacciones eminentemente fascistas. Pasados reescritos al gusto de quien viaja en el tiempo y no asume los hechos, que fuerza a las formaciones más o menos responsables a readaptar sus objetivos a la mera lucha por la supervivencia.
¿Es el final perfecto del que habla Chaplin la derrota del oscurantismo? ¿Estamos condenados a un eterno retorno en versión española, en el que los fascistas frentepopulistas de ayer sean aplastados para resurgir una y otra vez de la espuma del rencor y la impotencia? ¿Cómo romper este determinismo que desde hace dos siglos poda con impericia los brotes de nuestra nación?
Sacrificar a la clase media para enriquecer a una élite a costa de mano de obra esclava importada significa sumir a un país, ya de por sí dividido en el tiempo, en una crisis temporal de difícil resolución. Si, en 2007, buena parte del nacionalismo vasco todavía se explica por la incapacidad para adaptarse a la modernidad, la incorporación de masas procedentes de conceptos temporales muy alejados del nuestro implicará conflicto.
Las sociedades homogéneas, ya sean en lo étnico o en el concepto temporal, parten con mucha ventaja en esta globalización imparable. Quienes apostaban por la muerte del estado nación puede que vean cómo sus predicciones sólo se cumplen en el caso de sociedades reacias a vivir en las mismas páginas del calendario.
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4 comentarios:
Buenas noches
Uno de los mejores artículos de Joan Valls. Puede que el mejor, aunque es muy difícil elegir.
ENTRADA NUEVA
El tiempo es un conceto astrato que en realidad no esiste.
¡Qué asco que me dáis, reazionarios!
He leido su articulo en Libertad Digital.
Me identifico con lo que dice, pero creo que UPyD puede ser el embrion de ese partido que busca.
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